miércoles, 13 de marzo de 2013

Y/LL



Una madrugada del mes de mayo, antes de que se apagaran las estrellas, la doncella ensilló su yegua blanca y huyó del castillo galopando veloz.

Los últimos rayos de la luna proyectaban su sombra en la llanura callada y arrancaban brillantes destellos de las lágrimas que, semejantes a joyas resbaladizas, se deslizaban por sus mejillas.

         Se oyó un trueno a lo lejos y ella pensó que la lluvia le brindaba su ayuda, ya que el agua borraría sus huellas.